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PIERINA GUILLI - LA VIDENTE DE MONTICHIARI





Pierina Gilli nació el 3 de agosto de 1911 en Montichiari y murió el 12 de enero de 19991 también en Montichiari. 
 
Pierina escribe en su diario:
 
“Yo fui la primera de nueve hijos; yo la primera en disfrutar la alegría, la felicidad, las caricias de mis padres. El día 3 de agosto de 1911, fue el alba de mi vida terrenal y fui bautizada el día 5, Fiesta de la Virgen de la Nieve, día en el cual mi madre me consagro a la verdadera Madre del Cielo, con el fin de que su maternal protección me conservara blanca y pura como la nieve. ¡Cuantas veces mi querida madre me repetía, para estimularme a portarme bien y a no ser caprichosa, que yo había sido consagrada a la Virgen y por eso debía amarla mucho!”
 
El primer gran sufrimiento fue cuando a los siete años vio regresar a su padre de la Primera Gran Guerra para morir poco después en el hospital.
 
Desde 1918 hasta 1922 vivió en el orfanatorio de las Siervas de la Caridad, donde a los ocho años recibió la Primera Santa Comunión.
 
A los once años, regreso con su familia. Su madre se caso por segunda vez y necesitaba la ayuda de Pierina para cuidad los niños.
 
A los doce años, la pobreza obligo a la familia a mudarse a otra granja compartida con otra familia.   El padre de la otra familia, cuando encontraba sola Pierina le dirigía atenciones que muy pronto revelaron sus verdaderas intenciones. Pierina no le quería decírselo a su madre para no provocar discordias entre las dos familias. En las tardes, su madre se quedaba con los niños tejiendo y cociendo mientras mandaba a Pierina a la cocina a encender el fuego y preparar la cena. Un día creyendo que el hombre estaba lejos, se fue a la cocina cantando las letanías de la Virgen, cuando súbitamente se sintió aferrada por la espalda y fue tirada al suelo. Con un esfuerzo sobrehumano e invocando a la Virgen logro soltarse y huir, mientras se escuchaba la amenaza: “¡Si hablas te mato!”
Fue en esta ocasión cuando por primera vez nació en Pierina el propósito de hacerse Monja.
 
Cuando asistía a la fábrica a los diecisiete años, paso por un periodo donde se dejo dominar por la vanidad, jactándose de ser admirada por su vestido y por su apariencia. Un collar de coral blanco que le regalo una tía, después de haber sido la ostentación de una jornada de fiesta, fue la ocasión de un profundo remordimiento. Ayudada por los consejos severos del confesor, supero aquella crisis. El collar, transformado en corona del Rosario, se convirtió para toda la vida de Pierina en el recuerdo de su propósito de ser toda del Señor. 
 
A los dieciocho años recibió una proposición de matrimonio. Ella pasó dos meses de íntimo tormento porque sentía que no estaba hecha para el matrimonio y que el Señor la quería toda para El. Finalmente el confesor le dijo su verdadera opinión confirmándole su vocación. 
 
A los veinte años Pierina estaba a punto de coronar su deseo de ser admitida entre las postulantes de las Siervas de la Caridad cuando fue atacado por una pleuresía, seguida por varios meses de convalecencia. Después de esto, no estaba en condiciones de poder entrar entre las postulantes, a las cuales se les pedía un trabajo pesado. Encontró un trabajo como domestica de un Sacerdote quien tenía su madre octogenaria y ciega. Pierina permaneció en aquel servicio hasta la edad de 26 años. 
 
Con la muerte de la madre del Sacerdote, quiso retirarse para seguir su vocación. Sin embargo nuevamente no fue posible por su delicado estado de salud. Seguidamente permaneció por dos años como sirvienta en Brescia, en la Casa de Salud “Villa Blanca” con las Monjas de la Caridad de Santa Antida Thourer.
 
A los 29 años, no sintiéndose apta para el servicio en la sección de los hombres, se retiro y obtuvo la admisión en el Hospital Civil de Desenzano del Garda, atendido por las Siervas de la Caridad. Allí paso cuarto años, los años de la guerra, en relativa serenidad.
 
El 14 de abril de 1944, a la edad de 33 años, Pierina Gilli entra al Convento, como postulante de las Siervas de la Caridad y es enviada como enfermera al Hospital de los Niños en Brescia.
 
Pierina fue atacada por la meningitis. Es el comienzo de las graves tribulaciones relacionadas con la primera fase de las apariciones desde finales de 1944 hasta finales de 1947.
 
Recluida en aislamiento en la enfermería del Ronco cayó en un estado de inconsciencia durante el cual recibió los últimos Sacramentos. Se esperaba su muerte, cuando en la noche del 17 de diciembre de 1944 se le apareció Santa María Crucificada de la Rosa, la Fundadora de las Siervas de la Caridad, quien le aplico en la cabeza y en la espalda un ungüento especial y la sano, requiriendo no obstante una larga convalecencia.
 
Enviada de vuelta a casa por la fragilidad de su salud, ofreció este sacrificio por la salvación de las almas consagradas del Instituto.  
 
La noche de 23 al 24 de noviembre cuando se le apareció de nuevo a Pierina, Santa María Crucificada de la Rosa; pero esta vez con la Virgen quien portaba tres espadas clavadas en el pecho. 
 
El ano siguiente, Pierina fue atacada por muy fuertes cólicos renales, cistitis bastante dolorosa, hasta llegar a un colapso cardiaco. El 12 de marzo de 1947, había perdido el conocimiento y estaba en el final de su vida. Con las Monjas estaban presentes la madre y las hermanas, en espera de verla expirar. Sin embargo, la vieron levantarse de improviso y sentarse en la cama, tender los brazos hacia una dirección y hablar con una persona invisible, después de los cual cayo nuevamente sobre la cama y abrió los ojos como si se despertara de un sueno. Estaba efectivamente curada, tanto que tres días después reinicio las labores. Lo que había ocurrido fue narrado por la misma Pierina. Se le había aparecido Santa María Crucificada de la Rosa con estas palabras:
 
“El Señor quería llevarte al Paraíso, sin embargo te deja todavía en la tierra. Ofrecerás tus sufrimientos, hasta diciembre, por la conversión de una de nuestras Religiosas… ¿Aceptas esto?”
 
Pierina respondió generosamente: “Si”.
 
Continuo:
“Ante los hombres no tienes mas nada, pero tu tendrás siempre los mismos sufrimientos”.
 
Pierina pregunto: “¿Siempre la Cruz desnudad?”.
 
Respondió:
“Si, ¡el Señor a cambio de esto da la conversión de los pecadores!”
 
Y Pierina:
“¡Que Gracia! ¡Son todos salvos! ¡Gracias, gracias!”
 
A partir de este momento, comienzan para Pierina los sufrimientos más profundos y no solamente físicos. Sintiéndose comprometida por la conversión de aquella persona Religiosa, cometió la imprudencia de pedir al Señor que le hiciera sentir todo aquello que pasaba en aquella alma por convertir. Y he aquí que se siente cambiada: por dos meses prueba, a su pesar, una extraña indiferencia hacia las cosas sagradas y una aversión inexplicable hacia la Madre Superiora, el confesor y las otras Monjas.
 
Pasados estos dos meses, a principios de mayo, comienzan las persecuciones diabólicas que Pierina describe minuciosamente, día por día, en su diario. Evidentemente, los demonios quieren asustarla y desalentarla, con el fin de que abandonara aquellas almas. Pierina, de acuerdo con el confesor y la Superiora y confortada por las apariciones de Santa María Crucificada, duerme en el suelo sobre una colcha y ayuna tres días a pan y agua. Se le aparece repetidamente un demonio de aspecto monstruoso. Otros demonios la atacan y le pegan por todo el cuerpo. Las Monjas de turno constatan el forcejeo y las llagas en el cuerpo de Pierina, sin ver no obstante, a los demonios. Fueron ellas las primeras en percibir ruidos espantosos que revelaban la presencia de los demonios. Muchas veces el demonio se presento con la apariencia de una Monja para persuadir a Pierina de que suspendiera sus penitencias.
 
Además, Pierina es atormentada por ascárides en el estomago, lo cual le provocaba vómitos y nauseas que le asfixiaban. Estas persecuciones duran un mes y tienen su culminación la noche del primero de junio con la visión del Infierno, en la cual Pierina distingue, en tres secciones diferentes, tres categorías de Religiosos, almas consagradas y Sacerdotes, correspondientes a las tres espadas de la visión y las tres intenciones por las cuales debe orar y sufrir.
 
Más después de la visión del Infierno, aquella misma noche del primero de junio de 1947, a las tres y quince de la mañana, Pierina fue visitada – en la segunda aparición – por la Virgen, con tres espadas clavadas en el pecho.
 
La aparición, la cual será descrita con las palabras de Pierina en la segunda parte de este libro, tenia el propósito de confirmar el significado de los sufrimientos de Pierina y de proponer al Instituto de las Siervas, una devoción especifica en este sentido reparador.
 
En los días siguientes, Pierina continuo sintiendo dolores lacerantes de cabeza, de estomago, en el hígado; con síntomas de flebitis en la pierna izquierda, los cuales la mantenían a menudo en cama.
 
Desde el 11 de junio hasta el 12 de julio, casi diariamente, recibía la visita de Santa María Crucificada, quien la aconsejaba y la confortaba.
 
Pierina le dice a Santa María Crucificada: “¿Por qué me habéis dicho que seria sanada, mientras que todavía estoy enferma?”
 
La Santa responde: “¿No se puede acaso sufrir sin estar enfermo?”
 
Sufría inmensamente, por lo que me lamente de nuevo: “¿Por qué me decís que sano y entonces sufro aun como antes y mas que antes?”
 
La Santa responde: “Nuestro Señor trata así a las almas para acostumbrarlas a desprenderse de si mismas.  Ama a Jesús y no te lamentes.”
 
Pierina sufría, pues, por los síntomas dolorosos de enfermedades que no tenía. Estas visitas de Santa María Crucificada tuvieron también la finalidad de preanunciar y prepara espiritualmente la gran aparición que debía ocurrir el 12 de julio; pero por castigo debido a una preparación insuficiente, ocurrió el 13 de julio.

FOTO CAPTADA EN MONTICHIARI



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